Alberto Reyes
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Spanish translation of the London recital review

ALBERTO REYES EN CADOGAN HALL – FRANCK, SCHUMANN & CHOPIN

Miércoles 22 de octubre de 2014, Cadogan Hall, Londres Crítica de Robert Matthew-Walker (Editor de Musical Opinion)

Cuando vamos a un recital de piano cuyo programa consiste en cinco obras maestras del siglo XIX por tres grandes compositores, y cada ejecución demuestra el máximo nivel interpretativo y técnico – como ocurrió en esta oportunidad – el crítico tiene pocas opciones. Mi tarea al reseñar este concierto es por un lado, fácil, pero por otro, no puedo decir que todo estuvo muy bien y dejarlo ahí, porque cada una de las obras exige cualidades artísticas diferentes al ejecutante, en esta oportunidad Alberto Reyes. En César Franck, la obra de este compositor siempre difícil – cuya escritura pianística es tan compleja técnicamente como la de Liszt pero está siempre al servicio de una imaginación creadora menos amplia – se puede entender mejor como si fuera la primera de dos sonatas para piano (siendo la otra el Preludio Aria y Final, Opus 23). El desafío es más estructural que emocional, y en este sentido es imposible criticar a Reyes: el pianista reveló el a veces escurridizo discurso del compositor por medio de su dominio de la integración estructural a gran escala – que fue realmente profundo – tanto más cuando fue acompañado de una técnica completa que, francamente, lo tiene todo: calidez y redondez de sonido, claridad y soberbia riqueza de colores, precisión y amplitud dinámica desde el sonido más lleno a los matices más delicadamente calibrados – todo eso al servicio de una versión de indiscutible calidad artística. Si bien el Franck fue notablemente impresionante, el Schumann quizás lo fue más aun, y respondió perfectamente al sentimiento musical de Reyes, que es seguramente una manifestación de su maravillosa intuición y que le permitió dar una interpretación superlativa, que reveló cabalmente el amor de Schumann por los cambiantes contrastes. La segunda parte dedicada a Chopin fue igualmente buena, especialmente la Balada en Fa Menor, que es difícil de tocar con acierto porque algunos momentos pueden parecer triviales; pero Reyes reveló su totalidad (y la de las otras dos obras) con notable habilidad e imaginación, plena de poesía exquisita y virtuosismo emocionante, totalmente puestos al servicio del compositor. Al final, Reyes se resistió a darnos el bis que esperábamos, y nos dejó ponderando la calidad artística de este músico sumamente inteligente, cuya intensidad de percepción nunca se superpone a una sensibilidad innata, tan natural y tan noble – virtudes que rara vez encontramos en esta época.

Robert Matthew-Walker (Editor, Musical Opinion Quarterly), Classical Source
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