El pianista uruguayo Alberto reyes, nacido en Montevideo, vivió una carrera de joven prodigio, con premios, giras y éxitos, que él mismo detuvo en un momento dado. Ese tipo de retiros, que no es tan inhabitual como se cree en los grandes intérpretes, suele aportarles algo trascendental más allá de la técnica y el dominio del instrumento. Ese algo que no poseen todos los virtuosos. A cambio, los quita, siquiera provisionalmente, de los grandes circuitos a los que ya habían accedido. Mas a juzgar por este difícil e intrincado Liszt que nos ofrece ahora Alberto Reyes, su retiro parece haber sido benéfico, al menos como intérprete. Las Paráfrasis de Liszt son una prueba endiablada para los grandes pianistas y la tradición más cercana, desde Arrau hasta Barenboim (por poner sólo dos ejemplos tan del Cono Sur como el aún joven Reyes), demuestra que además de dedos hay que poseer concepto, sentido y madurez, tres aspectos no separables de una misma cosa. Reyes nos ofrece un Liszt cantabile (que respeta el sentido verdiano original), virtuoso (que enfrenta los escollos de estas partituras, base de tales variaciones e invenciones) y profundo (que no olvida el hondo sentido musical de unas obras de madurez que van más lejos del puro amor hacia el teato lírico del maestro de Busseto). Sería de desear escuchar en vivo en nuestro país (ignoro si ha tocado entre nosotros alguna vez) a este sensacional pianista uruguayo.